Soldado muerto en irak
"“No sé qué voy a hacer sin él, pero tengo que ser fuerte por mis hijos”. — Melissa Hornedo."
Nueva York — Planes sin terminar, el otro lado de la cama vacío y dos hijos por criar sola, forman parte de la realidad que dejó atrás la muerte de su marido, Manny Hornedo, el último soldado hispano caído en Irak.
Su amor era muy real. Desde el primer momento en que se vieron, supieron que eran el uno para el otro. Melissa tenía sólo 15 años y Manny 16, cursaban el décimo grado.
“La primera vez que lo vi sus ojos llamaron mi atención, y su sonrisa. Cuando él me vio a mí... sólo tomó una semana para que sintiéramos un lazo fuerte entre los dos”, dijo Melissa Hornedo de 26 años, viuda del soldado de 27.
Se casaron por lo civil en abril de 1998, pero Hornedo quería darle la boda que ella nunca tuvo. “Decía que quería darme mi boda, una militar”, recordó la viuda visiblemente conmovida.
Melissa nunca pensó que enterraría a su esposo, al amor de su vida. La noticia de su muerte la tomó por sorpresa cuando dos miembros del ejército tocaron a la puerta de su casa en Sunset Park a eso de las 9 p.m. del martes.
El anuncio no era bueno. El soldado había muerto en Irak cuando su escolta militar de la división de infantería 47 fue atacada mientras atravesaba el Triángulo Sunni ese mismo día.
“Tengo tanto miedo. Son tantas las cosas que tengo que hacer. Daría lo que fuera por poder tenerlo aquí. No sé qué voy a hacer sin él, pero tengo que ser fuerte por mis hijos”, dijo la joven madre.
El soldado era un artillero de una escolta de seguridad que fue destruida por un bombardero suicida.
Hornedo era un hombre fuerte, responsable por su familia. A los 12 años comenzó a ayudar en talleres de mecánica y en construcción para mantener a su madre y hermana.
Según su esposa, el soldado era de la clase de persona que siempre estaba dispuesta a darle la mano al que necesitara de su ayuda, ya fuese en una mudanza o a buscar empleo.
Aunque siempre quiso defender a su país y ser miembro del ejército, los eventos del 9/11 lo empujaron aún más a enlistarse. En abril del 2004 fue puesto en reserva en Nueva Jersey y para principios del nuevo año había sido enviado a pelear en la guerra.
“Siempre quiso hacer lo mejor para sus hijos (Manny Jr., de seis años y Marcus, de cuatro), desde el momento que nacieron”, explicó Melissa.
Diez días antes de su muerte, Hornedo pasó dos semanas de descanso con su familia en Brooklyn.
“Estaba tan contento porque tuvo una conexión con nuestro hijo mayor ahora más que nunca. El amaba a sus hijos”, repitió Melissa.
Horas antes de su muerte, el soldado se comunicó con su familia por teléfono, cosa que no había hecho en algunos días. “Al menos pude decirle que lo amaba”, dijo la joven viuda.
A su esposo le gustaba el equipo de los Mets y a ésta el de los Yankees, dato que la entristeció al recordar ya que “siempre teníamos eso, que éramos de diferentes equipos”.
Nueva York — Planes sin terminar, el otro lado de la cama vacío y dos hijos por criar sola, forman parte de la realidad que dejó atrás la muerte de su marido, Manny Hornedo, el último soldado hispano caído en Irak.
Su amor era muy real. Desde el primer momento en que se vieron, supieron que eran el uno para el otro. Melissa tenía sólo 15 años y Manny 16, cursaban el décimo grado.
“La primera vez que lo vi sus ojos llamaron mi atención, y su sonrisa. Cuando él me vio a mí... sólo tomó una semana para que sintiéramos un lazo fuerte entre los dos”, dijo Melissa Hornedo de 26 años, viuda del soldado de 27.
Se casaron por lo civil en abril de 1998, pero Hornedo quería darle la boda que ella nunca tuvo. “Decía que quería darme mi boda, una militar”, recordó la viuda visiblemente conmovida.
Melissa nunca pensó que enterraría a su esposo, al amor de su vida. La noticia de su muerte la tomó por sorpresa cuando dos miembros del ejército tocaron a la puerta de su casa en Sunset Park a eso de las 9 p.m. del martes.
El anuncio no era bueno. El soldado había muerto en Irak cuando su escolta militar de la división de infantería 47 fue atacada mientras atravesaba el Triángulo Sunni ese mismo día.
“Tengo tanto miedo. Son tantas las cosas que tengo que hacer. Daría lo que fuera por poder tenerlo aquí. No sé qué voy a hacer sin él, pero tengo que ser fuerte por mis hijos”, dijo la joven madre.
El soldado era un artillero de una escolta de seguridad que fue destruida por un bombardero suicida.
Hornedo era un hombre fuerte, responsable por su familia. A los 12 años comenzó a ayudar en talleres de mecánica y en construcción para mantener a su madre y hermana.
Según su esposa, el soldado era de la clase de persona que siempre estaba dispuesta a darle la mano al que necesitara de su ayuda, ya fuese en una mudanza o a buscar empleo.
Aunque siempre quiso defender a su país y ser miembro del ejército, los eventos del 9/11 lo empujaron aún más a enlistarse. En abril del 2004 fue puesto en reserva en Nueva Jersey y para principios del nuevo año había sido enviado a pelear en la guerra.
“Siempre quiso hacer lo mejor para sus hijos (Manny Jr., de seis años y Marcus, de cuatro), desde el momento que nacieron”, explicó Melissa.
Diez días antes de su muerte, Hornedo pasó dos semanas de descanso con su familia en Brooklyn.
“Estaba tan contento porque tuvo una conexión con nuestro hijo mayor ahora más que nunca. El amaba a sus hijos”, repitió Melissa.
Horas antes de su muerte, el soldado se comunicó con su familia por teléfono, cosa que no había hecho en algunos días. “Al menos pude decirle que lo amaba”, dijo la joven viuda.
A su esposo le gustaba el equipo de los Mets y a ésta el de los Yankees, dato que la entristeció al recordar ya que “siempre teníamos eso, que éramos de diferentes equipos”.
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